Fotografía por: El Amenazado
Vi a ese hombre esbelto, a pesar de los muchos años a su haber, caminando despacio y silencioso. Enmudecí al observar la cátedra de vida en su mirada. Me insto a corregir mi camino con la mansedumbre y humildad que caracterizan a la verdadera inteligencia, y a la verdadera sabiduría.
Tan solo llevábamos recorridos algunos metros de mundo, y me fue mostrada la vanidad, de quiénes engordan sus egos haciendo alarde de uno o varios de sus talentos; que critican a quiénes no los poseen, más por burla que por buen juicio.
Ostentan para si mismos, el título: “Gran Avanzado de la Humanidad”.
Se reúnen en jaurías, destrozan a sus presas en los murmullos, y de ser posible en público. Se jactan de quedar en alto, a costas de humillar.
Deben conservar su estatus, su posición, en el teatro de amargura. Tratan de fatuo a otro ser creado a la imagen de Dios, que ha incurrido en algún error o ignora. Se envanecen en su conocimiento aún siendo poco.
En ese momento comprendí que caminábamos sobre el polvo y las cenizas, de muchos arrogantes, “grandes avanzados de la humanidad”…

